Sintiéndome un poco Sabina en Esta boca es mía puedo empezar diciendo algo así como “a los 14, parece que ayer…” yo pensaba que a los 25 mi vida sería diferente. Me imaginaba viviendo en un piso pequeño, en Granada, con un gato, un trabajo que no sabía determinar (si no recuerdo mal a los catorce quería ser criminóloga o directora de cine… como siempre muy encauzada mi vida) e independiente.

Este año he comprobado que a mis chicos de quince y dieciséis años los veinticinco les sigue pareciendo la edad mágica del cambio…

Y lo cierto es que en cierta forma, los veinticinco han traído cambios a mi vida… No los que yo esperaba a los catorce (y que no sé si llegaran algún día).

Son más bien cambios en perspectiva… algo de serenidad que no sabía que podría tener y una resignación.. que no es ni buena ni mala, simplemente me permite darle otra perspectiva a todo.

En cierto modo, me gusta pensar que hasta ahora, todo lo que hacía era llevar entre los brazos todo lo que vivía, y llegó un momento que me impedía ver más allá. Sólo existía el presente porque todo lo que llevaba en los brazos me impedía ver más allá…

Ahora llevo lo mismo que he vivido, pero he aprendido a optimizar esfuerzo. Lo he dejado en una mochila… aún va conmigo, aún puedo consultarlo… pero no me impide ver más allá…

Supongo que el gato tendrá que esperar.

Comments (1)

On 31 de julio de 2011, 20:15 , AliyCia dijo...

Uy,yo con 13, me veía casadísima y madre a los 20. Tenía una amiga con una madre joven (la había tenido con 19) y envidiaba su complicidad. Luego, con 23, ya llevaba 6 años con mi novio, la carrera acabada, si la situación económica hubiera sido otra, tal vez me hubiera casado con esa edad o poco más. Hoy tendria hijos adolescentes. No pudo ser. Paro y miseria. Becas y extranjero (a los 25) como huída hacia delante. Alemania. Portugal, donde me quedé. La relación acabó rompiéndose a los 12 años. Con 28 fue como volver a los 17 (pero como una mujer segura, autosuficiente y con coche!; una alegría). Unos años más tarde, el cambio fue aún más radical; de vida, de pareja, de lugar, de profesión, maternidad... Hoy, ya me ves. Nada fue como lo había planeado. Pero no me verás sentarme a quejarme. Mucha gente llega a los 40 lamentando no haber vivido. Tú no dejes pasar los trenes, aunque no sean los que esperabas. Déjate llevar por los instintos. Corre riesgos. Haz locuras. Nadie depende de ti. Eres libre. Aprovéchalo. Para que cuando llegues a mi edad, puedas gritar bien alto: que me quiten lo bailao!! (Y sigas bailando...)

 
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