Antonio Machado es un poema que me encanta. Sus poemas, son sencillos y desgarradores, de esos que se te graban a fuego y corren por tus venas hasta llegar al corazón.

Quizás no sea por su literatura y sea que, viviendo tan cerca de Baeza y haber visitado varias veces su aula de francés, hace que te sugestiones a leerlo... ¿pero no es justa cualquier excusa para leer poesía? (y por ende cualquier libro).

Me encantan los poemas de Machado, dedicados muchos de ellos a cosas insignificantes, a esas cosas a las que nunca le prestamos atención; a un olmo seco o a las mismas moscas, a los recuerdos infantiles...

Sin embargo, hay un poema, que por vocación (si es que esta existe), por significado, por lo mucho que tengo que agradecer, por lo mucho que me gustaría aportar, que es mi favorito. A todos los profesores, en especial a tí, que te "refuerzas" todos los días y nos ayudas a "refuerzarnos" a los demás,(aunque sé que el behaviourism jamás irá contigo)

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón».

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.




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