La vida tiene muchos pequeños milagros diminutos y domésticos. Uno de ellos me ocurrió hace un par de semanas cuando me acerqué a la librería a la que voy regularmente (siendo realistas menos de lo que yo y mi librera quisieramos) a buscar algo que leer. No es que no tenga libros en mi casa (de hecho quiero un ebook porque no sé donde voy a meter tantos libros tradicionales) pero de vez en cuando, me gusta enfrentarme al olor de un libro... nuevo.
Al entrar por la puerta, mi librera me miró y dijo "Friki, tengo algo que te va a encantar" y me dejé llevar por su recomendación. Al fin y al cabo, un librero es cómo un médico, cuando llevas muchos años visitandolo, sabe que pastilla recomendarte casi sin hacerte toser.
La literatura (actual) francesa, le pasa como al cine: o te gusta, o lo odias a muerte. Porque en cierto modo es cómo un bombón de licor, sus partes por separado están buenas, pero su combinación no siempre da un resultado agradable...
Pero volvamos al libro. Tengo que recomendarlo. Tenemos por un lugar a René, una portera, culta y amante de la literatura que se esconde en su portería. Tenemos a Paloma, una niña de doce años que ha descubierto que el mundo es una pecera y que ella saldrá de la pecera suicidandose. Y unos vecinos peculiares y al mismo tiempo del montón. Y al señor Ozu, con su baño que toca a Mozart y sus piezas de Sushi de 30 euros. Y un final agridulce, más agrio que dulce, que hace que el libro sea como he dicho, un bombón de licor, que hay que degustar por partes, chocolate, licor y cereza, y que nos dejará el dulce sabor del chocolate durante mucho tiempo en la boca.

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