La Navidad de 1986 Lucien estaba muy enfermo. Si bien no sabíamos todavía cuándo llegaría la muerte, ya sentíamos el nudo de la certea de su inminencia, un nudo doble, el que cada uno sentía en su furo interno y el de ese vínculo invisible que nos unía el uno al otro. cuando la enfermedad entra en un hogar, no se apodera sólo de un cuerpo, sino que teje entre los corazones una tela oscura que entierra toda esperanza. Como el hilo de una telaraña que se enredara alrededor de nuestros proyectos y de nuestro aliento, la enfermedad, día tras días, devoraba nuestra vida. Cuando volvía a entrar a casa desde el exterior, tenía la impresión de penetrar en una tumba y sentía el frío ttodo el rato, un frío que nada aliviaba hasta el punto de que, los últimos tiempos, cuando dormía junto a Lucien, me parecía que su cuerpo aspiraba todo el calor que el mío hubiera podido robar en otro sitio.
Octubre Rojo, Pag. 75.
Muriel Barbery.
La elegancia del erizo.
Seix Barral, Biblioteca formentor.

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