Turning a page on the iPad - the beginning to the end of the mouse as the primary ostension mechanismphoto © 2010 Mike Baird | more info (via: Wylio)

Me gusta muchísimo leer. Ahora no leo tanto como quisiera porque tengo tantas cosas que apenas puedo dedicarle media hora al día (y obviamente robándosela al sueño), pero me encanta. Y además tengo mi wishlist de libros por leer, todos esos libros que quiero ir leyendo. Pública, es decir, colgada del tablón de corcho de mi cuarto de estudio, hay una lista que no supera los 10 (porque si hay más, me agobio) pero entre la lista privada (todos esos papelitos en los que anoto lo que quiero leer) y mi nota mental, puede que haya más de 100 libros que quiera leer. Y esa lista va en aumento.
Por ejemplo, ahora mismo se han unido a mi lista de deseos de lectura los libros de Wodehouse. El problema es que ya no tengo espacio. Tengo más de trescientos libros sólo mios (yo sóla supero los libros del resto de habitantes de mi casa) y sinceramente, aunque hay libros que no volveré a leer, me da muchísima pena regalarlos. Porque, en general, me han hecho pasar muy buenos ratos… Y otros porque fueron un desafio que tuve que abandonar y al que pienso volver a enfrentarme algún día (Joyce, no creas que pudiste conmigo).
Además, tengo muchísimas ganas de leer clásicos. Llevo años queriendo leer Guerra y Paz y Anna Karenina (me va lo light). Y nunca lo hago, porque ¿dónde almaceno todo eso?.
El caso es que cómo siempre, también sale mi amor por el cacharreo guay. Tengo en mi carrito de Amazon el kindle (con una funda preciosa) esperando que lo pague. Y el iPad me hace muchísimo tilín. Pero es que el Kindle me lo compraría por menos de 200 pavos, para el iPad tengo que trabajar más de medio mes para pagarlo.
Y yo sólo quiero leer, porque no tengo el Macbook (porque joroba, trabajar casi tres meses para comprarme un ordenador me da un algo), así que el iPad sería una chulada, pero una chulada limitada en uso. Que espero poder comprarme algún día un Mac, pues sí, mire usted… pero es que cada día tengo más claro que no me voy a ir de casa de mis padres hasta los cuarenta.
Así que ahí estoy, con mi segunda entrada de reflexión sobre los cacharritos, para evitar lanzarme a comprarlo (que es lo que estoy deseando) y luego arrepentirme. ¡¡Ahhh!!! ¿Qué narices hago?

Comments (1)

On 7 de marzo de 2011, 12:22 , Nisa Arce dijo...

¿El iPad limitado al uso? O.o Con decirte que Pedro dejó de usar partituras de papel desde que lo tenemos... Hasta canta en los conciertos con el cacharro xD

No tiene por qué ser un iPad. Si quieres un lector con pantalla a color y que brille un poco, te puedes pillar otro tablet más económico. Si prefieres un lector de tinta electrónica (blanco y negro), hay modelos ya por menos de 180 euros. Yo creo que es una gran inversión, al menos para mí lo ha sido :P

 
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