Siempre he sentido fascinación por la historia de las abuelas inuit, aun sin saber si era muy cierta. Ellas se entregaban a la tierra cuando ya no eran útiles a la famila. Era un regalo a la tierra.

Y en un día de la tierra, ella se fue sin hacer ruido, a una hora en la que no molestaría a nadie, fue su particular regalo a la tierra.

Aunque la despedida fue el último paso, porque lentamente se había ido apagando, dejando de ser ella.

No era alguien que pueda estar en los libros de historia, ni en los libros de literatura, de hecho si estuviera y ella viviera, no podría leerlos porque nunca supo leer.

No cambió ninguna vida, sólo marcó la mía y hoy hace un año que le dije adiós para siempre.

Esta entrada me ha salido mucho más sentimental de lo que quería, yo sólo quería hablar del día de la tierra… lo siento.

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