Yo era pequeña y viajaba en el asiento de atrás de un Renault 19. Los viajes siempre parecían eternos y a mí me daban sueño. Aún no sabía leer, pero siempre escuchaba una nana que me ayudaba a dormirme en aquel viaje: La cebolla es escharcha… Cantaba un tal Joan Manuel, poemas de un tal Miguel Hernandez.
El cuarto de estudio era un lugar prohibido, dónde sólo podía entrar mi hermano. En la estantería había un libro, pequeño, viejo y con una portada negra y roja. Poemas. En la contraportada unas palabras que hablaban de la importancia del autor y en la página 87 un poema para leer el día de la paz:

Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.

Hoy, ese poeta, Miguel Hernández hubiera cumplido 100 años. Por eso, hoy, que ya sé leer, quiero dejar las Nanas de la cebolla, para que cualquier otro niño que viaje en el asiento de atrás de un coche, pensando que los viajes son eternos, que no se acaban, puedan disfrutar del poema, como lo hice yo.
  NANAS DE LA CEBOLLA
.
 ( Dedicadas a su hijo, a raíz de recibir una carta de su mujer,
en la que le decía que no comía más que pan: y cebolla)
 .
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
.
Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te traigo la luna
cuando es preciso.
.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que mi alma al oírte
bata el espacio.
.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
.
Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
.
Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
.
Ser de vuelo tan lato,
tan extendido,
que tu carne es el cielo
recién nacido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
.
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
.
Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa ni
lo que ocurre. 
Si quieres leer todo lo que se mueve en twitter para homenajear a Miguel Hernández,  visita el hashtag #mhernandez2010

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